¿Qué es el Sufismo?

LA PURIFICACION Y SUS ETAPAS

Existen cuatro etapas en la purificación:

  1. Tajliyah – La depuración.
  2. Taŷliyah – El pulimento.
  3. Tahliyah – El embellecimiento.
  4. Fanā – El anonadamiento.

En la primera etapa de la senda, tajliyah, el discípulo, se desnuda de todas las malas cualidades y apetitos provenientes de su egoísmo. En la segunda, taŷliyah, con la ayuda de la invocación constante del nombre de Dios, el discípulo pule el corazón y el alma de las ataduras del ego. En la tercera etapa, tahliyah, el ser interior del discípulo es adornado de Atributos divinos. En la cuarta, todo su ser rebosa con los Atributos de Dios, hasta el punto de que no queda signo alguno de su existencia relativa. Esta etapa se llama el anonadamiento del alma en Dios, fanā.

Tanto he pensado en Ti,
que mi ser se ha cambiado por tu Ser,
te has acercado paso a paso hacia mí,
y poco a poco me he alejado de mí.
(poema sufí)

De esta manera, el caminante culmina la etapa intermedia de la Gnosis interior, o (tariqat), mientras que la primera etapa ha consistido en el cumplimiento de los preceptos religiosos (Shari’at).

Al alcanzar este estado, el discípulo se transforma en un hombre perfecto, y llega al umbral de la última etapa, la Realidad Absoluta, Haqiqat. A este respecto el Profeta decía: «La Ley (Shari’at), son mis palabras; la senda (Tariqat), mis actos; y la Realidad (Haqiqat), mi estado interior».

Esta última etapa se puede comparar a un aprendizaje en la Universidad divina, la Taberna (jarābāt). En este centro de estudios superiores no existen profesores. El guía del discípulo es el Amigo absoluto, o el Amor absoluto. De ahí en adelante, su maestro es el Amor Divino (Eshq); su libro es el Amor (‘eshq), su libro es el Amor, y todo su ser es el Amor.

Hasta el umbral de esta escuela superior se podía definir al hombre perfecto, pero, a partir de allí, ya no se le puede definir, porque su definición no cabe en palabras.

Como dice Rumi:

Hasta la orilla del Océano hay huellas,
más allá del Océano no queda rastro alguno.
De ahí en adelante, si le preguntan su nombre, responderá como Bāyazid: «Hace años que lo he perdido, cuanto más lo busco menos los encuentro»

Si le preguntan por su religión, como Rumi, dirá:

«El creo de los enamorados es diferente de los demás credos, Dios es la fe y la religión de los enamorados».
Y si le preguntan por su estado, contestará como Bāyazid: «Bajo mi manto no hay nada sino Dios»

Y cuando hable, como dijo Hallāŷ, dirá: «Yo soy la Verdad».

Tales palabras aparentemente tan extrañas, nacen del hombre perfecto porque él, perdiéndose a sí mismo, se ha convertido en el símbolo y el lugar de la epifanía de los misterios divinos. De ahí que:

Cuanto ve, lo ve con los ojos de Dios;
cuanto oye, lo oye con el oído de Dios
y sus palabras son las palabras de Dios