¿Qué es el Sufismo?
AMISTAD DIVINA (Welayat)
Hemos dicho antes que la meta del sufismo es conducir al individuo a su transformación en un ser perfecto, que se asemeje a un espejo o reflejo de los Nombres y Atributos de Dios. A este ser perfecto se le llama wali (amigo), y su estado interior es welāyat, o amistad divina. Todos los profetas, además de su misión profética, poseían la morada mística de la welāyat. Esta morada es el grado que indica su estado esotérico, mientras que la misión como Mensajeros de Dios es el estado exotérico. El profeta Mohammad, por ejemplo, poseía ambas moradas, mientras que ‘Ali sólo poseía la morada interior.
De ahí las palabras de ‘Ali: «Interiormente, yo he estado con todos los profetas».
Y Mohammad, confirmando a éste, dijo: «‘Ali y yo somos de la misma luz».
Los walies, amigos de Dios, han bebido del manantial de las realidades de acuerdo con sus propias capacidades y aptitudes innatas. El conocimiento y la distinción del estado interior de un wali, sólo a Dios le es posible.
En una tradición profética, Dios dice: «Mis amigos están bajo mi manto y, salvo Yo, nadie les conoce. El reconocimiento de los amigos de Dios está fuera del alcance y de la capacidad de la gente común. El que se encuentra limitado no puede reconocer al que ha traspasado los límites. El reconocimiento de un wali no es un acto ordinario externo, sino que representa un verdadero reconocimiento interno.
Desafortunadamente existen personas que, apartándose de la sociedad, pretenden convertirse en personas extraordinarias, poseedoras de estados místicos. Dichas personas están equivocadas. Los amigos de Dios y los profetas formaban parte de la sociedad. En nuestro camino, el retiro y la vida monacal no representan en sí mismo ningún valor espiritual. Refiriéndose a esto, el Profeta dice: «La fe del creyente no es completa, a menos que mil sinceros atestigüen su herejía». Esto significa que el conocimiento del creyente perfecto va más allá del entendimiento común de la gente y que la gente que le rodea, al no entender sus palabras, le tachan de hereje.
Sin embargo, el verdadero creyente, el sufí, debe vivir en sociedad, servirla, guiarla y ser el vehículo por el cual la sociedad reciba el amor y la gracia divinas. De ahí que los sufíes digan: «una de las primeras cualidades del hombre perfecto debe ser la armonía y la paz con todo lo que le rodea.